«En España, en tiempos de oscuridad, siempre hubo hombres buenos que, orientados por la Razón, lucharon por traer a sus compatriotas las luces y el progreso. Y no faltaron quienes intentaban impedirlo.»
Seguro que para este día esperabais algo terrorífico, sin embargo hoy he querido aportar algo de luz a la noche más sombría del año. Para ser justos, yo no voy a aportar la luz, sino los enciclopedistas del siglo XVIII que con una vasta obra de 28 volúmenes, a través de la razón y de la ciencia, aportaron claridad frente al oscurantismo de una sociedad regida por una religión inquisitorial y una monarquía absoluta.
Estamos a finales del S. XVIII, dos académicos de la Real Academia Española, el bibliotecario don Hermógenes de Molina y el almirante don Pedro Zárate, reciben el encargo de viajar a París para comprar la L’Encyclopédie o Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers, editada entre los años 1751 y 1772 bajo la dirección de Diderot y D’Alembert. Dicha obra está prohibida en España pero, gracias a que en aquella época reina Carlos III, «el mejor alcalde de Madrid» y Rey ilustrado, obtienen el permiso para comprarla y así enriquecer tan ilustre institución.
Tan encomiable encargo tiene desde el principio muchos obstáculos, empezando por los propios compañeros de los académicos, algunos de los cuales no ven con buenos ojos que la enciclopedia forme parte de la «real biblioteca». Dos de ellos, Manuel Higueruela y Justo Sánchez Terrón, llegan demasiado lejos y se alían para entorpecer de todas las maneras posibles a nuestros protagonistas, contratando a un personaje de la más baja calaña, Pascual Raposo, que como una sombra seguirá a los académicos por esos mundos de Dios.
De la mano de estos «hombres buenos» transitaremos por caminos de ventas e incómodas posadas, viviremos aventuras de diversa índole, como cuando son atacados por bandoleros, y conoceremos de primera mano el París prerrevolucionario con sus cafés, salones y tertulias filosóficas; incluso presenciaremos un duelo con el brigadier don Pedro Zárate entre los duelistas. Una vida muy libertina en comparación con la España de rosario y pandereta, en la que circulan libros prohibidos, entre otros, los así llamados «libros filosóficos», y que no son otra cosa que pornográficos.
Pérez Reverte toma un hecho histórico acaecido en la Real Academia para dar forma a una entretenidísima novela que rinde homenaje a la Ilustración: movimiento cultural e intelectual europeo surgido a finales del S. XVII y que estuvo vigente hasta el inicio de la Revolución francesa, cuya finalidad es disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. Al siglo XVIII también se le conoce como el Siglo de las Luces.
Además de los personajes ficticios, que son el hilo conductor de la trama, Reverte incorpora a personajes reales, tales como los mismísimos enciclopedistas D’Alambert y Diderot, así como, Margarita Dancenis, más conocida como Margot, a los que nuestros protagonistas tienen el placer de conocer en París y conversar con ellos sobre razón, ciencia y progreso. Estos diálogos están inspirados según el propio Reverte en conceptos de Diderot, Rousseau, Voltaire, Moratín. “He transformado sus textos en diálogos para mis personajes. Así que en ellos, por su boca, hablan realmente los clásicos del XVIII” (ver entrevista completa) y, bajo mi punto de vista, de lo más interesante de la novela.
Otra de las cosas que más me ha gustado es el personaje del abate Bringas que hace de guía de los académicos por aquel París de la época. De tosco aspecto y maneras, aunque de ideas muy cercanas a don Pedro Zárate, no deja pasar la ocasión para arremeter contra la alta sociedad parisina y quiénes les gobiernan, y predice y desea un baño de sangre como única forma de instaurar las ideas de la Ilustración (previendo la próxima Revolución francesa), frente a los que opinan que la única manera de instruir al pueblo es a través de los libros. Este personaje está inspirado en el abate Marchena, exiliado en Francia tras huir de la inquisición y gran admirador de Rousseau y Voltaire.
Por último decir que me ha parecido muy original el hecho de que Pérez Reverte nos vaya contando a lo largo del libro cómo se enfrenta a la historia y de qué manera se ha documentado (realizando incluso el mismo trayecto que sus protagonistas). Para ello consulta libros y mapas de la época, y se entrevista con historiadores y académicos, tales como, Carmen Iglesias y Francisco Rico, por cierto con bastante mala prensa entre sus compañeros, y libreros de viejo, tanto en Madrid como en París.
Por mi profesión de bibliotecaria me ha gustado especialmente las visitas de los protagonistas a las librerías y bibliotecas particulares de París, en su periplo por encontrar una primera edición de la Enciclopedia, casi inexistente y altamente demandada; y el conocer un poquito más el mundo de los académicos en su afán por limpiar, fijar y dar esplendor a nuestra madre lengua.
Para terminar os dejo con un párrafo extraído de la Enciclopedia y que suscribo totalmente:
Son los hombres inspirados los que iluminan al pueblo, y los fanáticos quienes lo extravían. Pero el freno que debe oponerse a los excesos de estos últimos no debe, en absoluto, coartar la libertad tan necesaria a la verdadera Filosofía.