Última lectura de nuestro Club de los Jueves, a la que daremos fin probablemente esta semana.
Zadie Smith es una escritora actual londinense, con varios libros publicados, en la biblioteca Miguel de Cervantes podéis encontrar, además del que recomendamos hoy, Sobre la belleza (Premio Orange, 2006), Dientes blancos (Bestseller, 2000) y Tiempos de Swing.
Si aún no la habéis leído, quizás os anime a hacerlo lo que la revista Time dijo de ella hace unos años: «es una de las cien personalidades cuyo poder, talento o ejemplo moral está transformando la sociedad”. Desde luego ser capaz de transformar la sociedad suena casi a tener superpoderes.
¿Cómo puede esta joven contribuir a cambiar la sociedad? Pues ni más ni menos que tirando de escritura, a través de unas novelas que son el reflejo de la sociedad presente, libre de maquillajes, múltiple y variada en razas, culturas, ideas, riquezas y pobrezas. Mostrando en sus novelas realidades cercanas, con un lenguaje claro que no escapa a vulgarismos, localismos y jerga particular. Con situaciones que puede experimentar cualquiera; con el reflejo de mundos muy distantes que se asoman a la vuelta de la esquina;con ideas que todos podemos tener, aunque solo algunos personajes valientes se atreven a manifestar y cuestionar.
Pero esto es hablar de ella en líneas muy generales, centrémonos en NW London.
Como vemos, la autora no se anda con rodeos y desde el principio, desde el mismo título, localiza la acción de esta novela, estamos en un barrio londinense bastante heterogéneo en su pobreza y degradación, donde conviven varias nacionalidades y gente de lo más variopinta, con sus yonquis, sus viejos hippies, sus prostitutas, pero también gente limpia, con ideales (bueno, ideales tienen todos); juntos conforman un mismo grupo que, en definitiva, se esfuerza día a día por sobrevivir, reinventarse y seguir adelante.
Hay un distrito y hay un transporte público, un mapa por el que los protagonistas de esta historia se mueven, lo cuál a veces resulta frustrante pues da la sensación de que sólo pueden llegar a donde marcan las líneas de metro o autobús; y por otro lado puede resultar tranquilizador si eres conformista: aquí es donde estoy y hasta aquí puedo llegar.
Esta novela tiene mucho de cinematográfica, y ojalá algún día alguien escriba el guión y algún director se atreva con ella, porque es fácil imaginar los planos mientras lees, una gran sucesión de planos que nos enseñan fragmentos de la vida de los personajes, mientras leemos, tenemos la sensación de que hay una cámara caprichosa que enfoca detalles inconexos, hasta que poco a poco todo cobra sentido.
Son cuatro los protagonistas principales de esta historia, los que se mueven en este mapa, sobre las líneas que demarcan barrios y trayectos: Leah, Félix, Nathalie y Nathan. Por supuesto hay más personajes, importantes en la vida de los protagonistas y cuyos comentarios contribuyen a dibujar la escena y personalidad de los demás, pero estos cuatro son sin duda los que nos muestran las cuestiones sobre clase, raza, maternidad, filosofía de vida, etc, que más interesan a la autora.
Cada personaje tiene su estructura, su narración, su vida. Y cada vida merece la pena ser contada de una manera, porque cada uno tiene la suya propia, no puede ser lo mismo la forma de entender a Leah, que se cuestiona el papel que se espera de ella, que a Nathalie, que sigue la línea de trayecto marcada; es imposible que Félix, orgulloso de superarse a sí mismo, comparta formas narrativas con Nathan, una persona autocompasiva, orgulloso no de superarse sino de permanecer.
Si lo piensas, la novela es casi como un collage, un ensamblaje de distintos elementos que por sí solos quizás no tuvieran el amplio sentido que alcanzan al unirse y conformar una imagen mucho más rica, llena de detalles. ¿Qué es un barrio si no la suma de sus habitantes y sucesos?, ¿qué es una vida si no la suma de acontecimientos y decisiones?
Desconozco aún el final de la novela, que como os digo terminaremos esta semana, pero os aseguro que está gustando mucho, aunque hubo quienes tuvieron que releer los primeros capítulos para encontrar un sentido, aunque a algunas les parecieran demasiado ásperas determinadas escenas y aunque otras pasaron por alto detalles importantes que una vez revelados les produjeron un shock. Pero todas estamos convencidas, sin haber llegado al final, de que es una muy buena lectura y una escritora original, atrevida, espontanea y actual a la que hay que seguir la pista.
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Una semana después:
Ya hemos terminado el libro, y tengo la extraña sensación de haber recorrido con mirada de antropóloga un rincón del mundo, y no uno casual, sino el noroeste de Londres, uno de los enclaves urbanos (según la editorial) con mayor índice de multiculturalidad de todo el planeta.
Y observando minuciosamente vi personas (o personajes) encerrados en un plano, con unos trayectos definidos y delimitados. Algunos de ellos querían seguir más allá, pero el plano se terminaba; otros querían permanecer dentro de sus márgenes, en lo conocido, eso que llaman zona de confort. Todos, de una forma u otra, lo que pretendían era vivir, dominar un espacio y una vida, la propia y, a veces, también la de quienes les rodeaban.
Y para vivir en el mapa hay que experimentar los trayectos que pueden llevarnos a conseguir unos «sueños de promoción económica», o de promoción cultural, política o social, sueños que no siempre son propios, aunque salgan de nuestras cabezas, porque en el fondo, si no somos personajes valientes que se cuestionan sus sueños, quizás estemos luchando por unos sueños que alguién sembró ahí, ¿no creéis?
Pero el mapa, además de trayectos marcados, tiene zonas abiertas, no delimitadas, donde puede haber un abismo, o zonas peligrosas, donde lo seguro no existe, donde mantener el paso es más difícil. O quizás, como leemos al final de la novela, donde esté la libertad, que es caprichosa y elige ponerse cada vez en un sitio diferente.
Y al final, pues no hay final, como no hubo un principio que justificara esta historia, sólo un tramo, unas escenas que acontecen a la vez, de las que podemos deducir origen y destino, pero sólo eso, deducir, porque la vida nunca te lo cuenta todo.