No tienes tú cuento ni ná. Vivir del cuento.
Déjate de tanto cuento. Tener más cuento que Calleja.
Es el cuento de nunca acabar. Déjame de cuentos chinos.
Esos son cuentos de viejas.
Estoy segura de que conocíais todas estas expresiones que aluden al cuento, ese género literario al que no todo el mundo valora aún lo suficiente. De hecho, si lo pensáis, ninguna de estas expresiones revaloriza el cuento, más bien, todas están relacionadas con quitar importancia o restar credibilidad a algo. Pobrecito el cuento.
Qué injusto que una representación folclórica y literaria fundamental en nuestra educación deje de interesarnos según vamos creciendo, pasamos a letras mayores, a textos complejos,técnicos…¿útiles?
No, eso no, nada más útil que un cuento para aprender, herramienta básica, sencilla y sin embargo de enorme fuerza. El cuento, sobre todo el de tradición popular, transmite tradición, cultura, enseñanza. El cuento te devuelve la ensoñación despitada entre tanto texto inútil. El cuento fue el primero que nos enseñó que existía el mal, pero que dependía de ti elegir el bien; que las cosas no son siempre lo que aparentan ser; que siempre hay uno más listo que tú; que podemos reírnos de nosotros mismos y de los demás sin faltarnos ni faltarles el respeto; y que todo lo que empieza tiene un final.
El buen cuento huele a añejo, es antiguo y sabio, como los abuelos; extiende sus raíces como los viejos castaños, tocando todas nuestras fibras sensibles; sus palabras acarician el oído y el alma, como la música.
Creo que queda claro que por aquí nos gustan mucho los cuentos. De ahí que os recomendemos este libro publicado por Palabras del Candil, una editorial que se dedica a publicar cuentos de narración oral, en su página podéis ver qué otros títulos tiene y leer el principio de éste.
¿Os suena el nombre del autor? Seguro que sí, porque Diego Magdaleno estuvo en nuestras bibliotecas el año pasado contándonos cuentos, y tuvo el detallazo de regalarnos un ejemplar de su libro para cada una de las bibliotecas de Fuengirola, así que hasta que todo se normalice y podamos volver a tenerle aquí en carne y hueso, al menos tenemos el consuelo de tenerlo en nuestras estanterías a vuestra disposición.
Este libro nos llevará a conocer el paisaje, las gentes y los cuentos populares de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. De la mano de su protagonista, que lo ha sido sin querer, conectaremos con la naturaleza, descubriendo que hay árboles que tras una mala poda pierden materia de su interior, «llenándose de vacío para vivir», igual que le pasa a algunas personas de esta novela y de la vida misma. Descubriremos bosques con brujas, marimantas, osos y lobos. Entraremos en unos pueblos y en una cueva muy especial, un dolmen, «la entrada al dolmen representa la vulva. El pasillo interior, la vagina. Y la cavidad profunda donde se deposita el cuerpo de la persona difunta representa el vientre materno. De forma metafórica, se devuelve a la tierra el ser que parió», y es que al final, todo es un ciclo, todo empieza y termina, a veces en el mismo sitio, o de la misma forma que empezó.
Conoceremos a gente real, humilde, fuerte y sabia, las buenas acciones de la mayoría no habrá quien las recuerde, salvo los cuentos, pero hay otros personajes que se asoman a este libro que quizás os suenen: Josefa Navarro Zamora (introdujo en sus clases el método Montessori cuando a muy pocos les sonaba de qué iba aquello), Fermín Requena (que se especializó en estudiar la cultura judía, mora y cristiana), Jesús Arcensio (galarozano y letrista de flamenco que vete tú a saber cómo llegó a ser espía alemán durante la II Guerra Mundial), Blas Infante (¿que digo de él que no sepáis?) y Juan Valera (al que le conoceréis «Pepita Jiménez», pero que también escribió cuentos).
También estarán muy presentes en esta historia la tierra, la luna, la mujer y el hombre más que nunca como un único ser, hasta el mar llega a colarse en esta novela serrana. Y entre cuentos, personajes y personas, bosques, ríos y caminos, se tejerá, como una estera de esparto, una historia de amistad, de amores prohibidos por aquellos a los que les damos el poder de prohibirnos cosas, de odios antiguos y crímenes, de pasadizos secretos, de lucha, de derrota y de victoria.
Imposible desvincular a Diego de la voz narrativa que conduce la obra, que a veces interpela al lector, y es tan respetuoso que es capaz de guardar silencio de la forma más delicada que he visto nunca en un libro. Porque el silencio también cuenta (en todos los sentidos de esta palabra, el silencio suma y el silencio narra).
Una lectura muy placentera que estoy segura de que a más de uno os va a gustar y sorprender.
Nos vemos en las bibliotecas.