Hoy en nuestra sección de nuevo David Foenkinos, y de nuevo con un libro sobre un personaje real, como ya hiciera en Lennon, la biografía novelada que ya reseñamos en esta sección.
En este caso Foenkinos nos acerca a la figura de Charlotte Salomon, una pintora alemana de origen judío que murió en Auschwitz a la edad de 26 años, estando embarazada de 5 meses. Con esta premisa podéis pensar que os voy a hablar de un libro triste, y sí efectivamente, es un libro muy triste, pero también de una gran belleza, la belleza que Foenkinos destila en su literatura.
Para empezar llama la atención la forma en la que está escrita el libro, parece prosa poética, con frases cortas, de menos de un renglón. Según algunos críticos, Foenkinos escoge esta manera de escribir para que el lector pueda tomar aire, respirar en una historia tan trágica y conmovedora. No sé si esto era lo que quería lograr el escritor, lo que sí sé es que lo consigue. Aunque más de una vez estés al borde del llanto, Foenkinos logra que las lágrimas se queden en la orilla de los ojos, que consigas respirar gracias a la agilidad del texto. Otra cosa que me gusta del libro es cómo el escritor nos hace partícipes de su obsesión por Charlotte, cómo se gestó la novela, y cómo visita los escenarios por los que la pintora transitó en su corta vida para documentarse.
Es que la historia de Charlotte es trágica entre las trágicas, independientemente de ese final absurdo y cruel, víctima de la barbarie nazi, su historia familiar y personal no tiene desperdicio. El suicidio rodea a Salomon desde el nacimiento, no obstante, la primera frase que da comienzo al libro es la siguiente: Charlotte aprendió a leer su nombre en una tumba, el de su tía materna que se suicidió a la edad de 18 años tirándose a un río, Charlotte lleva el nombre de su tía suicida. Su madre también se suicida cuando ella es una niña (suicidio del que no se enteró hasta muchos años después causándole gran impresión y desasosiego), y más adelante su abuela materna…
Charlotte se refugia en la pintura como forma de evadirse de un destino trágico que quizás también la está esperando a ella: Tiene que vivir para crear. Pintar para no volverse loca. Considerar el arte como la única posibilidad de vivir. No se equivoca en pensar que su vida acabará de manera trágica, sí se equivoca en la forma, el destino la estaba esperando en forma de gas Zyklon B.
Hasta llegar a este final, Charlotte y su familia tiene que pasar por las humillaciones propias de ser judío en el Berlín previo a la Segunda Guerra Mundial. El talento de Charlotte hace que sea la única estudiante judía aceptada en la Escuela Nacional de la Academia de Bellas Artes, sin embargo, tiene que ver como un premio que le han otorgado lo recoge otra alumna para no llamar la atención sobre su origen. La situación se hace insoportable después de la noche de los critales rotos, y tras una breve detención de su padre, Charlotte acepta, no sin resistencia, ya que dejaba a su primer amor en Berlín, el maestro de canto de su madrastra Paula Lindberg, a reunirse con su abuelos maternos en Villefranche-sur-Mer, al sur de Francia, donde ellos se habían exiliado a finales de 1933.
Es en este exilio forzoso donde Salomon escribe su gran obra ¿Vida? o ¿Teatro?, obra compleja que mezcla teatro, pintura y música, y tal como Charlotte le dice a su médico cuando se la entrega: Es toda mi vida.
Esta obra autobiográfica es la fuente principal en la que se ha basado Foenkinos para escribir la novela que ahora reseñamos. Novela galardonada con el Premio Renaudot y del Goncourt des Lyccéens, y tal como dicen sus editores, Una experiencia de lectura única.
Foenkinos rescata así a un personaje injustamente olvidado, yo reconozco que no la conocía, y gracias a este autor, del cual me declaro seguidora, he podido acercarme a una figura enigmática y única, que luchó hasta el final contra un destino trágico para morir, como tantos otros, injustamente asesinada. Sigue leyendo