El comienzo de la película ya es impactante en sí mismo. Una sucesión de planos muestran tres vallas publicitarias abandonadas a la entrada de un pueblo en mitad de un paisaje de neblina, como tres fantasmas que surgieran del pasado. A priori puede parecer banal pero las vallas servirán para divulgar el recordatorio de un asesinato sin resolver.
Quizás sea uno de los largometrajes más valientes de los últimos años. Posee un guion no solo crítico con la propia sociedad estadounidense sino que además aborda temas como la pérdida, el perdón o la redención, de una manera magistral, y todo esto a través de unos personajes un poco pasados de rosca, pero a la vez, tremendamente humanos.
Los diálogos combinan magníficamente y de una forma muy natural la tragedia y el humor y eso no es nada fácil. No parece que estén hablando personajes, sino personas, y esa es precisamente la clave de la película, el factor humano, con toda la crueldad de la que es capaz, pero que en los momentos más inesperados nos sorprende también con una enorme ternura y calidez. Las escenas más brutales están magníficamente entrelazadas con otras puramente íntimas y frágiles en las que el personaje reflexiona sobre su vida pero sin caer en la sensiblería o el drama ñoño.
La protagonista, Frances McDormand, de reconocidísima solvencia y musa de los Hermanos Cohen, ha sido muy alabada por la crítica, a mi juicio merecidamente. Quizás sea uno de sus mejores papeles desde “Fargo”. Interpreta a un personaje duro, sin pelos en la lengua pero al mismo tiempo con un trasfondo importante personal y familiar. Un claro ejemplo de mujer fuerte.
Sam Rockwell también está soberbio, y la evolución de su personaje quizás sea la más conmovedora de todas. Es un personaje salvaje y excéntrico, incluso rozando la dudosa capacidad intelectual, pero al igual que con McDormand, una vez conoces su entorno y su pasado, lo ves con otros ojos.
Junto con estos dos magníficos actores, aparecen secundarios de la talla de Woody Harrelson y Peter Dinklage que aportan carisma y calidad a la película.
La banda sonora es una delicia, sin lugar a dudas, para todos los amantes del country. Si a eso le añadimos una ambientación sureña y pueblerina, se consigue una estética autentica y fresca, muy en la línea de películas recientes como «Comanchería» o «No es país para viejos».
En resumen, estamos ante una de las mejores películas de los últimos años, con un espíritu crítico y a la vez sutil, con una temática trágica pero muy de actualidad y con un mensaje profundo que aboga por el perdón. Estupenda apuesta para los tiempos que corren. En definitiva, una recomendación absoluta.
Y ya sabes que si quieres verla sólo tienes que pasar por la biblioteca. DVD PE 4777